jueves, 14 de julio de 2016

Dos alcarreños en Kentucky: así las gastan los Hermanos Cubero


Sucedióme hace unas semanas que, siendo convidado por un buen amigo a un concierto, me personé en una céntrica salita de Madrid. El lugar rebosaba de modernos, hipsters y demás variantes propias del denominado ambiente cultureta, que habían acudido a El Intruso –llamábase así el establecimiento– a presenciar no el monólogo de un cómico ni el acústico de un proyecto indie, sino un singular repertorio compuesto por jotas, rondones y otras manifestaciones del folclor castellano.

Para explicar un fenómeno tal, en el que los nuevos urbanitas sienten gran interés por algo tan castizo y ceñido al terruño, debemos ahondar un poco en la figura de los Hermanos Cubero, esos elegantes caballeros que, con gran regocijo, nos presentaron las canciones de «Arte y orgullo», su último disco.

Como ya es tradición, Enrique y Roberto aparecíanse enfundados en sus americanas, la de aquel en color azul cielo, al tanto que la de éste, más discreta, cede protagonismo a unas monumentales gafas de pasta. Es en esta imagen cuidada con sumo detalle donde reside parte de la genialidad del dúo. Sin ella, no habría sido posible acceder a un público tan poco frecuente en la música folclórica –por mucho que, como es bien sabido, todos los modernos escuchemos a Isabel Pantoja en la intimidad.

Dado el auge que vive la escena indie en nuestros días, apostar por cautivar a su audiencia con canciones castellanas no es sólo arriesgado e innovador, sino también fuente potencial de un mayor reconocimiento; y es que el gran problema de un país que cuenta con uno de los panoramas folk más jugosos de la actualidad es que el trabajo de sus artistas, aun los más reputados, permanece relegado a un precario segundo plano.


Seducidos por lo viejuno
Antes de seguir contraponiendo los términos folk e indie, cuestión que más de un lector percibirá como errónea, es menester hablar de un fenómeno que me place denominar «paradoja del moderno», según la cual, los artistas y aficionados a la música puntera sentimos predilección por los discos de vinilo o los sonidos retro, aquéllos que recuerdan a épocas pasadas del pop y el rock. Y no mencionemos, ya en materia de moda, ciertos estilismos vintage, que recuperan prendas y diseños que marcaron tendencia hace décadas.

Gracias a esta paradoja, el folk se presenta como un género imprescindible dentro de los gustos indies, mas, ojo al dato, hablamos de un folk de raíz anglosajona, de inspiración norteamericana. Todo folclore exterior a tal ámbito pasaría a nutrir el catálogo de músicas del mundo, frecuentado por un público muy diferente… por lo menos, hasta ahora. Pues qué ingenioso acierto es aproximar nuestra música tradicional a la tímbrica y estética del bluegrass.

Guitarra, banjo, mandolina y voces nasales armonizadas son algunos de los elementos de esta modalidad folclórica tan arraigada en Estados Unidos. El emblemático Bill Monroe, a quien los Hermanos Cubero dedican una jota, fue el responsable de la consolidación y propagación del género desde su Kentucky natal hace más de siete décadas.

De tal legado, los hermanos se han quedado con lo esencial, a saber, las voces que de puro dolor de alma llegan a asemejar aullidos y, sin ir más lejos, la mandolina de Roberto. Una auténtica mandolina de bluegrass que en casi nada se parece a la mandolina clásica europea. Con esta pequeña joyita entre sus dedos, limpia que te limpia con un paño entre canción y canción, imprime el músico su aroma inconfundible a las tonadas castellanas.


Ni que decir tiene que los parroquianos –con todas aquellas damas de floreados vestidos de cuento y los caballeros mesando sus luengas barbas– se mantenían estáticos en una actitud que, si bien distendida, parecía prestar a los Hermanos Cubero la atención que se dedica a una pieza de museo. Tan sólo unos gamberros se afanaban en bailar las jotas tal como lo harían en la plaza de su pueblo, con los pasos cruzados y las castañuelas invisibles en las manos alzadas.


Verso incisivo
Como último desafío para este cronista, resta el asunto de las letras, plenas de sátira y mordacidad, de alegorías en torno a nuestros queridos políticos o de lamentos por la precariedad laboral, incorporando a su particular poesía palabras como «plástico», «electrificar» y aun siglas y palabras en inglés –MCA, Tennessee–. «Ahora tocaremos un instrumental para rebajar la tensión», bromea Enrique tras interpretar la deliciosa «Maldita urraca».

Nótese cómo los temas tratados por los Cubero no rompen del todo con los hábitos de la tradición oral, ya que, en folk, se habla de lo que a uno le rodea. A quien vive en un mundo donde proliferan los ordenadores, los automóviles híbridos y los alimentos bajos en calorías, le será poco natural hablar de la criba o del trabajo de los asnos. En todo caso, se lamentará por la extinción paulatina de tan maltrecha especie.

Y así, entre danza y danza, chiste y chiste –porque los Hermanos Cubero son como dos mozalbetes pletóricos de mofa–, nos sorprende el final de la actuación. A darles la mano y adquirir sus álbumes aproximáronse las gentes, incluidos los gamberros, entre los cuales se hallaba el que estas líneas escribe. La conversación sobre Segovia, las Habas Verdes o los primeros conciertos se prolonga más de lo habitual en una firma de discos, hasta que, finalmente, convenimos en permitir el descanso a los artistas.

Restábamos pues un dulzainero de Cantimpalos, un historiador especializado en archivística y un servidor, dispuestos los tres a quemar la noche madrileña. ¿Qué podría salir mal?


4 comentarios:

  1. Pues no sabía de ésto tuyo.
    O sí?
    Estos chicos tienen algo especial.
    Me gustan.
    Saludos sintéticos.

    ResponderEliminar
  2. Pues es tu blog de siempre.
    Me alegro que hayas colgado algo nuevo después de tanto tiempo.
    Un abrazo.
    Saludos sintéticos.

    ResponderEliminar
  3. Muy buenos días, Eduardo :)

    Una vez más, me complace mucho que te detengas por aquestos lares. Cuestión curiosa es que, si mi blog fuera gato, habríanse gastado ya tres de sus siete vidas. Pero sucede que, con visitantes tan fieles como vos, sería una lástima no volver.

    Efectivamente, los Hermanos Cubero poseen una chispa muy especial, de igual manera que otras tantas propuestas folclóricas frescas y actuales, diseminadas todas por nuestro país y víctimas de un cierto soterramiento. Nombres como L'Ham de Foc (disueltos y reencarnados en Al Andalus Project) o los ya veteranos La Musgaña han aportado muchas arrobas de granitos de arena a la evolución del folk peninsular y, sin embargo, seguimos asociando la palabra "folclore" con figuras rancias de otro tiempo. Es menester que tal mentalidad cambie.

    Una vez más, es todo un gusto recibir tu visita.
    Saludos de este melómano. ;)

    ResponderEliminar
  4. Gracias.
    Sí, si dices Folck y es de otro Estado, parece que suena todo mejor que lo de aquí.
    Yo los escuché en Radio 3 antes de sacar el lp y me dije: "joder, ésto suena a una mezcla muy buena".
    A lo de su tierra, y a allende los mares.
    Y la combinación me sonó muy satisfactoria.
    Una estupenda manera de ser moderno reinventando lo añejo y, casi siempre, más desconocido de la música.
    Saludos sintéticos.

    ResponderEliminar